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Hablar de nuevas oportunidades en el desarrollo de la energía renovable es siempre positivo; y más cuando estas pueden ayudar al desarrollo de los entornos rurales, que en algunos lugares de España se encuentran perdiendo población de manera continua año tras año (hasta de un 31% en provincias como Zamora o un 30% en Lugo), poniendo en riesgo la propia existencia de algunas poblaciones rurales, perdiéndose un patrimonio cultural único y descuidando un sector tan relevante para nuestra sociedad como es el primario. Es por eso que hoy queremos pausar nuestra frenética vida para explicar qué es esta «nueva» tendencia llamada energía agrovoltaica y por qué puede ser un gran apoyo para volver a llenar de vida algunas de estas zonas rurales. Vayamos a por ello.
La energía agrovoltaica -también conocida como agrivoltaica o agrofotovoltaica- no es más que la fusión de dos actividades económicas que todos conocemos: la agricultura y la energía fotovoltaica. La idea en sí es la del aprovechamiento de zonas cultivables para la instalación de paneles solares sobre las propias plantaciones en una misma superficie. Si bien, a priori, esto puede parecer contraproducente -al absorber los paneles la luz solar y privar de esta a las plantaciones-, existen multitud de cultivos que pueden verse beneficiados por esta curiosa simbiosis entre el mundo de la generación eléctrica y el de la producción de alimentos. Así, algunos alimentos como el pimiento rojo, el brócoli, la pitaya, la berenjena, la coliflor o el calabacín se beneficiarían de esta relación entre la luz, tan necesaria para generar electricidad fotovoltaica, y la sombra, clave para el crecimiento de estos vegetales.
Esta curiosa técnica no es algo que haya llegado de un día para otro, sino que dio sus primeros pasos bajo el amparo de Adolf Goetzberger y Armin Zastrow en 1981. Si bien, su aplicabilidad se ha demostrado útil durante la última década, en la que esta simbiosis ha florecido de manera más que relevante. Ejemplo de ello son algunos proyectos como los desarrollados por Endesa con las plantas afrovoltaicas de Valdecaballeros y Augusto en Extremadura, Totana en Murcia y Las Corchas en Andalucía. Tal es la importancia y el potencial de esta técnica, que Iberdrola lanzó el pasado año 2021 el reto internacional ‘Start-up Challenge: Energía Agrovoltaica’; un concurso para buscar soluciones innovadoras que permitan, según la propia compañía, «impulsar la economía local, especialmente en aquellas regiones que se enfrentan al reto demográfico causado por una despoblación progresiva, a la vez que seguimos luchando contra el cambio climático y favoreciendo la transición energética».
La demanda energética mundial, en constante crecimiento con el aumento de la población y la mayor electrificación de la economía, requiere constantemente de nuevas plantas de generación eléctrica. Estos proyectos, según la zona del mundo donde nos encontremos, tienden a construirse lejos de las grandes aglomeraciones de población, para evitar los impactos directos en las ciudades, si bien acaban por ser desarrollados en zonas rurales. Una tendencia que también se refleja con la construcción de las plantas fotovoltaicas, que en países como España acaban por ser ejecutadas en zonas despobladas y de economía principalmente rural, donde el sustento económico proviene de la agricultura y la ganadería en una parte muy relevante.
Esta situación de partida es la que pone sobre la mesa un punto de encuentro entre estos dos mundos. Por un lado el rural, con necesidad de nuevos proyectos que generen actividad en su zona para atraer población, y el urbano, con una creciente necesidad de energía limpia que garantice los objetivos de descarbonización de la economía. Es por eso que la actividad económica generada en torno al desarrollo, instalación y mantenimiento de estos nuevos parques fotovoltaicos puede suponer una oportunidad para la atracción de actividades económicas complementarias e industria auxiliar.
Además, estos proyectos no solo se centran en la recuperación de actividades agrícolas o ganaderas, sino que también apoyan la labor de recuperación, promoción y mejora de algunos hábitats locales; promoviendo el cuidado de la flora y fauna local a través de especies polinizadoras. Es aquí donde encontramos curiosos proyectos relacionados con la apicultura. Así, los paneles servirían como hogar para las abejas, que -con una plantación basada en especies aromáticas como salvia, romero, lavanda o cilantro- ayudarían a polinizar las zonas y generar, a su vez, una actividad económica relacionada. El «apiario solar», tal y como lo llaman en este post de Endesa relacionado con un proyecto impulsado por la compañía. Todo un ejemplo de la multitud de simbiosis que representa la agrovoltaica.
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