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El gran continente africano, llamado a crecer en todos los índices de desarrollo en las próximas décadas, parece haber encontrado en la transición hacia las renovables un fuerte aliado para apuntalar su crecimiento socio-económico. Así lo refleja “Renewable Energy Market Analysis: Africa and its Regions”, un informe publicado por la Agencia Internacional para la Energía Renovable (IRENA por sus siglas en inglés) que cifra en un 6,4% el crecimiento económico que África podría experimentar gracias a este tipo de energías verdes. Un crecimiento económico basado en el escenario de aumento de las temperaturas globales en 1,5 °C.
Así, el informe de IRENA refleja además que este auge económico, sostenido en promedio hasta el año 2050, tendría su lógico reflejo en la calidad de vida de la ciudadanía con un aumento del 3,5% en los puestos de trabajo y un crecimiento del índice de bienestar, cifrado en un 25,4% hasta el citado año. Un bienestar que se significaría, en parte, gracias al impulso que la electrificación de la economía traería a zonas como el África Sub-Sahariana, cuya ratio de electrificación se encuentra, según datos de 2019, en un exiguo 46%, con 906 millones de personas con acceso reducido a la electricidad para tareas tan rutinarias y necesarias como cocinar.
El informe cita además que tan solo el 3% de los trabajos en renovables del mundo se localizan en el continente, algo que resulta sumamente significativo teniendo en cuenta el vasto potencial energético de África, que cuenta con enormes recursos en energía eólica, solar, hidráulica y geotérmica. Además, las regiones central y sur del continente cuentan con abundantes minerales que resultan clave para la producción de baterías eléctricas, turbinas eólicas y otra serie de tecnologías con baja huella de carbono.
Si bien durante la última década el continente africano ha sumado 26 GW de energías renovables, principalmente basados en la fortaleza de la energía fotovoltaica. Para ello ha sido clave una escalada inversora reflejada en los datos de los últimos veinte años. Si en el periodo comprendido entre los años 2000-2009 el gasto en esta materia se cifraba en 0.5 billones de dólares (billones anglosajones), este se multiplicó por diez durante la década 2010-2020 y alcanzó los cinco billones de dólares. Además, este esfuerzo en la transición hacia las renovables generaría un retorno directo, en materia de empleo. A la anteriormente comentada cifra de un aumento del 3,5% en los puestos de trabajo; el paper refleja que cada millón de dólares invertido en renovables generaría, al menos, 26 puestos de trabajo; frente a los 22 que generaría cada millón de dólares invertido en eficiencia energética; y los 18 empleos creados por cada millón de dólares depositado para la flexibilidad energética.
Pese a lo positivo de estas predicciones, IRENA recalca que su materialización requiere de dos grandes condiciones. La primera de ellas es la estabilidad de las instituciones africanas y la necesidad de una cooperación y coordinación conjunta a nivel regional. La segunda es un paquete integral de políticas que combine la búsqueda de objetivos climáticos y ambientales con el desarrollo socio-económico y del bienestar de la población en su conjunto.
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