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Blog, Green generation & storage
Nuestra sociedad se dirige hacia un futuro más verde. Un futuro donde la descarbonización de nuestra economía resulta crucial para lograr la neutralidad climática y, por tanto, un mundo más sostenible y respetuoso con el medio ambiente. La generación de energía eléctrica es clave en este proceso de transformación energética, gracias a la irrupción de las energías renovables, que permiten la generación de energía verde. Pero este tipo de energía no está siempre disponible para nuestro uso, y es que depende de dos condicionantes: las condiciones metereológicas y el horario de la demanda. Es por esto que el almacenamiento eléctrico supone una solución clave para lograr nuestros objetivos de descarbonización. Pero, ¿alguna vez te has preguntado cómo funciona el almacenamiento de energía? Veamos cómo.
Como decíamos antes, no podemos programar el viento y que sople cuando lo necesitamos, ni hacer brillar la luz del sol para alimentar nuestras placas solares. Entonces, ¿cómo podemos hacer que las energías renovables alimenten nuestra red eléctrica con garantías? La respuesta es el almacenamiento de la energía. Así, gracias a esta, somos capaces de guardar el excedente de energía generado por las renovables cuando hay baja demandad para suministrarla a la red eléctrica cuando la demanda es alta. Toda una bendición tecnológica que se basa en diferentes soluciones que debemos conocer antes de entender el funcionamiento del almacenamiento.
La solución más tradicional, y la más visible hoy en día, es la central hidroeléctrica. Presas y represas que, cuando el sol y el viento no son suficientes, lanzan la fuerza del agua a través de sus compuertas para alimentar el movimiento de sus turbinas y así generar grandes cantidades de electricidad según la demanda de energía. Esta es la solución que quizá todos conocemos pero que no siempre asociamos al almacenamiento de energía, y es que lo vemos como una fuente de energía renovable más; si bien su gran virtud es la capacidad de almacenar esa fuerza del agua para su uso cuando más conveniente y necesario es.
Almacenamiento de energía con agua
También podemos incluir, en esta clasificación, a las llamas plantas termosolares, que florecieron en la primera década de los años 2000 en países como España, y que almacenan en la energía generada por los paneles fotovoltaicos gracias a unas sales fundidas que permiten, más tarde, la producción de vapor y el consiguiente movimiento de las turbinas que generan energía eléctrica. Esta solución, que se distingue por ser una superficie circular de placas fotovoltaicas que apuntan hacia una gran torre situada en el medio de la instalación y donde se sitúan las citadas sales fundidas, hace que cuando desaparece la luz solar y se eleva la demanda de energía, la oferta esté disponible a disposición de los hogares. Destacan, entre ellas, plantas como la Noor Ourzarate II (de 200 MW) en Marruecos, que almacena la energía durante 6 horas.
Pero si estás leyendo este artículo es seguramente por otro tipo de solución, la más innovadora y la más #trendy hoy por hoy. Nos referimos al almacenamiento de energía eléctrica en baterías. Esta tecnología, que se podría asemejar al powerbank que nos salva cuando nuestro móvil comienza a flojear de batería, es la que está revolucionando nuestra red y está permitiendo que nuevos proyectos de energía renovable afloren con el aval de poder suministrar la energía en los momentos en los que las condiciones metereológicas no permiten que la renovable sea regular. Así, vamos a ver, punto por punto cómo funciona esta tecnología que se convertirá en crucial en un futuro cercano.
Todo comienza en el punto de generación de la energía. Vamos a utilizar el ejemplo de una planta fotovoltaica, que todos, en cierta manera, podemos tener en mente. Así, desde las placas fotovoltaicas, la energía pasa por la instalación eléctrica hasta llegar, en primera instancia, a los convertidores de potencia, que nos permiten cambiar la corriente de continua a alterna (AC/DC para los melómanos): algo necesario para que esta fluya a través de la red sin problemas.
Para que la red no pierda ni uno de los valiosos watios generados, los equipos de los centros de transformación intervienen elevando la tensión y evitando las pérdidas de energía. Gracias a la labor de estos centros, la energía llega «sana y salva» a la subestación eléctrica, que hará las veces de centrocampista -en argot futbolístico- repartiendo la energía entre aquella que va directa a los consumidores y aquella que se almacenará en grandes contenedores de baterías para su posterior suministro. Pues bien, ¿ya está, verdad? La energía ya ha llegado a las baterías y el enigma ha quedado resuelto. Nada más lejos de la verdad; y es que las grandes ideas requieren de grandes soluciones.
Los centros de transformación son fundamentales para almacenar energía
En este punto, la energía que se encuentra en las subestaciones, debe reducir de nuevo su tensión y cambiar su corriente a continua antes de ser acumulada. Es decir, tiene que pasar de nuevo a través de nuestros ajetreados amigos llamados centros de transformación, cuya tecnología y fiabilidad resultan cruciales para la integración de las renovables, que ya sí dejan la energía acumulada en las baterías esperando la llamada a la acción. Así, cuando la demanda sube, esta energía se envía de nuevo a los centros de transformación, que vuelven a poner la energía «a punto» aumentando su tensión, enviándola a la subestación, que cambiará su corriente a a alterna, y siendo ya, por fin, vertida a la red eléctrica para llegar a los diferentes puntos de consumo. Ahí es nada.
¿Cómo funciona el almacenamiento de energía?
Pues bien, todo este complejo sistema eléctrico es el que nos permite, y nos permitirá, que la energía renovable que se genera en una planta a plena luz del día pueda ser disfrutada a las diez de la noche para hacer funcionar nuestros electrodomésticos sin que emitamos ni una sola partícula de dióxido de carbono a la noche. ¿Entiendes ahora por qué es tan fundamental esta tecnología? Así, y dadas las grandes ventajas que esto supone para el consumidor y el planeta, se estima que el despliegue del almacenamiento energético se triplique año tras años. Con esto, en apenas dos décadas pasaremos de los cerca de 10 GW de potencia instalados actualmente en todo el mundo -una cifra sin duda testimonial- a más de 1.100 GW, haciendo posible la transición energética y un mundo más sostenible.
¿Todavía tienes dudas? No te preocupes, hemos preparado un breve vídeo en el que podrás ver todo este complejo funcionamiento de una manera sencilla e interactiva. ¡No te lo pierdas!
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