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La inversión en infraestructura de recarga de vehículos eléctricos en Europa necesita de una potenciación de nada más y nada menos que 280.000 millones de euros. Así lo recoge el último informe publicado por la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (ACEA); que apunta en una nota de prensa que la Unión Europea tiene que adoptar un ritmo de instalación de 14.000 puntos de recarga públicos a la semana frente a los 2.000 actuales, hasta llegar a la cifra de 6.800.000 puntos de recarga instalados en el año 2030. Una cifra que según el informe de la ACEA ayudaría a reducir el 55% de las emisiones de CO2 de los turismos europeos.
Esta demanda se aleja considerablemente de la cifra presentada por la Comisión Europea en el Reglamento de Infraestructura de Combustibles Alternativos (AFIR), que actualmente se está negociando en el Parlamento y Consejo Europeo y que queda prácticamente en la mitad de lo señalado por la ACEA. Por otro lado, el estudio estima que los costes anuales de la infraestructura de recarga pública ascienden a 8.000 millones de euros, alrededor del 16% de la inversión en redes 5G y de Internet de alta velocidad.
En primer lugar, es importante tener en cuenta que las que conocemos como estaciones de carga rápida funcionan con una potencia igual o superior a 50 kW, es decir, en corriente continua. Es por esto que, para que nuestro coche pueda cargarse, vamos a requerir de más elementos de los que encontraríamos en un cargador doméstico o de baja potencia.
Así, la electricidad llega a la electrolinera a través de la red eléctrica que el proveedor suministra. Es aquí donde diferenciaremos tres elementos principales para la carga de nuestro vehículo:
Vayamos con el primero. El centro de transformación será el encargado conectar la electrolinera a la red de media tensión, cumpliendo con las normativas requeridas por la Distribuidora de Electricidad a cuya red se va a conectar y de transformar la electricidad de la red de media tensión a baja tensión. ¿Por qué es importante este punto? Porque garantiza la operatividad del resto de elementos que aseguraran la carga del vehículo eléctrico y porque es, a su vez, un punto fundamental desde el punto de vista de la seguridad.
Además, los centros de transformación más avanzados ofrecen a las compañías operadoras datos en remoto que permiten conocer cuáles son los consumos, las tendencias de uso, el estado de la red y de sus elementos, permitiéndoles explotar y mantener su red de estaciones de recarga de forma más eficiente. Todo ello garantiza que exista energía a disposición de los diferentes usuarios.
Una vez la tensión está en baja, llega el momento de que el segundo elemento de la ecuación entre en funcionamiento: es el turno del armario conversor de potencia. Este conjunto de equipos cumple la función de adaptar la electricidad, que llega en corriente alterna, a continua, que es la que admiten las baterías de los vehículos eléctricos.
Ahora, que la tensión está en baja y la corriente en continua, llega el turno del elemento más conocido: el poste de carga. Estos postes, con una apariencia y funciones similares a los surtidores que encontramos en cualquier gasolinera, solo que en este caso la energía es eléctrica, son los encargados de transmitir la energía a nuestro coche.
Además, estos nos permiten conocer la energía que la “electrolinera” es capaz de suministrarnos, la que nuestra batería es capaz de absorber, las condiciones de temperatura de la batería y una aproximación del tiempo de carga, además de la gestión del pago. En resumidas cuentas, además de proporcionarnos la energía a través del cable, son nuestro intérprete para que el cargador y el vehículo se entiendan y podamos elegir la mejor opción de carga.
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